
Todas las personas, además de traer consigo los elementos culturales de la sociedad a la que pertenecen, cuentan con un determinado “poder” para imponer su cultura a los demás. Cuando alguien desarrolla ese poder, se convierte en “líder” que aprende a utilizar los recursos para persuadir, convencer o manipular a la gente, con sus muy particulares intereses que pueden estar a favor o en contra de los intereses fundamentales del grupo.
Cada grupo u organización puede diseñar y enriquecer su cultura. Normalmente, el líder la impone, pero pocas veces con los elementos más adecuados y convenientes. Aunque sea muy grande el grupo, siempre es posible identificar al líder (o líderes) real(es) y los valores que promueven o inculca(n) a los demás.
Un buen líder orienta la cultura de su organización, se da cuenta y se responsabiliza de las divergencias culturales que confronta y resuelve, para evitar cualquier “lucha de poder”. Cuando dos o más líderes en desacuerdo tratan de imponer sus creencias, decisiones y lucha a los demás, adoptan la posición “Yo estoy bien, tú estás mal” y, para ganar la contienda, consiguen el mayor número de seguidores leales, convencidos y con la misma posición.
El padre o la madre de familia, el entrenador deportivo, el maestro de clase o el gerente de empresa son, por tradición, los líderes designados para hacer una cultura productiva y para formar líderes que puedan consolidarla y enriquecerla. Cuando una persona o un grupo llega a tener más poder que el líder designado, se establecen y orientan valores ajenos a la organización. Esto funciona como el "virus" de una computadora. El líder no reconocido "instala” ese virus que puede afectar, poco o mucho, el sistema, la estructura, la comunicación y/o los resultados.
En la actualidad, cualquier persona puede incrementar su poder, comunicarse intensamente, conseguir adeptos y ser un buen líder. Sólo necesita conocer o identificar valores de interés común, valores importantes que le sirvan de bandera para conseguir afiliación y poder en contra del poder establecido.
El líder moderno — ya sea gerente, director, padre de familia, entrenador o profesor — también puede tener y utilizar todos aquellos valores que afectan directamente su productividad, e incrementar su poder para orientar y gobernar intencionalmente la cultura de su organización.
Los seres humanos respondemos a dos grandes fuerzas internas: una nos aferra a la seguridad y a la comodidad, a las posiciones defensivas y al pasado, y la otra nos enfrenta con coraje y determinación a la vida productiva, corriendo los riesgos y descubriendo todos los días nuestro verdadero potencial.
Cuando alguien se orienta hacia la comodidad, en un estado de pereza mental y carencia de compromiso, deja de luchar por su dignidad y riqueza productiva. Entra en una zona de confort donde hace lo sencillo, placentero, fácil o divertido, evitando el esfuerzo, los problemas y las dificultades. Desarrolla una cultura poco productiva. Posteriormente, busca algo o a alguien de quien depender, perdiendo, sin darse cuenta, su gran potencial. Encuentra posiciones de falso bienestar que justifica reiteradamente para no enfrentar su realidad. Con poca visión y conciencia, “busca desesperadamente el placer y evita el dolor a corto plazo”
Cuando nos orientamos hacia una vida rica y productiva, aprendemos a tomar decisiones cada vez más complejas, aprovechando cada uno de nuestros recursos internos y externos. Solamente así, nos volvemos más eficientes para cumplir y conseguir todo aquello que nos proponemos. Con mayor conciencia, “buscamos el placer y evitamos el dolor a largo plazo”
Con las personas que se ubican en la primera posición no es posible promover una cultura más inteligente y productiva; pero con la gente abierta al cambio y con ganas de conseguir su propio desarrollo es muy fácil lograrlo, porque ellos mismos la están buscando.
Podemos convencernos y creer que siempre vamos a mejorar nuestra capacidad productiva, pero también podemos convencernos de lo contrario. En el primer caso, vamos a comprometernos a producir cambios para mejorar gradualmente; de lo contrario, vamos a justificarnos para demostrar que no es posible hacerlos.
Todo cambio se produce cuando empezamos a creer en algo diferente a lo que hemos venido pensando o haciendo. Todos los días cambiamos, pero lentamente, sin darnos cuenta, y en algunos casos, sin mejorar... o empeorando las cosas. La idea es tomar conciencia y cuestionar a fondo la conveniencia de los valores que incorporamos a nuestra cultura personal.
Cuando las personas se convencen de tener una capacidad por encima de lo que realmente pueden hacer (sobreestimación), establecen y comunican compromisos que parecen verdaderos, pero son falsos. Cuando, por el contrario, se convencen de tener una capacidad por debajo de lo que realmente pueden hacer (subestimación), establecen y comunican compromisos poco significativos o no se comprometen. Éstas personas no son verdaderos líderes.